miércoles, 3 de septiembre de 2008

La verdad es que no sé cómo se las apañará Garzón, pero al menos es un primer paso.
Quién si no él, que ya en su momento acorraló a Pinochet, tenía que dar el primer paso en un tema que muchos en este país se empeñan en enterrar, en reescribir, en maquillar o, en definitiva, en hacer olvidar. Espero que no sea un tema pasajero del superjuezestrella.
Poco a poco, parece como si el Franquismo, con el tiempo, se haya ido convirtiendo en una suerte de Cuentamé como pasó, en una época que parece que tengamos que ver con nostalgia, que no fue tan mala ni se vivía tan mal. Pero no es cierto, el Franquismo fue una dictadura, y como tal hay que tratarla, por mucho que en este país se haya sido tan benévolo con ella, más incluso que con algunas dictaduras extranjeras.
Por ahora, algunos ya se han puesto nerviosos y ya han empezado a esgrimir aquello tan oído y manido de que no hay que remover el pasado, que no hay que romper el espiritu de la transición... siempre se recurre a lo mismo, pero pienso que tarde o temprano había que abordar un tema (más allá de una Ley de la Memoria Histórica que desde su aprobación no ha aportado nada); el pasado no se puede ni borrar ni olvidar ¿qué sería de nosotros, como personas, si ni siquiera recordaramos ni quiénes somos, ni dónde nacimos?
No sé si Garzón alcanzará grandes objetivos, pero a priori se abre una gran expectativa para muchas de las familias que llevan mucho tiempo luchando por recuperar los cuerpos y la memoria de unos seres queridos asesinados por una dictadura, valga la redundancia, criminal.
Copio y pego aquí el articulo que Ignacio Escolar publica en su blog títulado La Memoria Podrida, con el que, como siempre, estoy muy de acuerdo:

Desaparecidos. Fosas comunes. Torturas. Fusilados. Las palabras evocan el Chile de Pinochet, la Argentina de Videla. Duele reflejarse en ellas. Cuesta pensar en España como un país que esconde en las cunetas de sus carreteras los huesos de 30.000 desaparecidos, tal vez más.
La paja en el ojo ajeno. Desde que el Tribunal Constitucional determinó en el 2005 que los tribunales españoles pueden juzgar casos de genocidio y crímenes contra la humanidad, España se ha convertido en la corte internacional más diligente en la defensa de los derechos humanos. La Audiencia Nacional investiga los abusos de las tiranías en China, Guatemala, Ruanda, Argentina o Chile. Cuanto más lejos, más grande es el milagro. La Audiencia Nacional se atreve con todo, menos con los crímenes de los llamados “nacionales”. Asusta más un Franco muerto que un Pinochet vivo.
Un aplauso para Baltasar Garzón, pues ya era hora. Aunque el paso dado llegue tan tarde y sea aún tan escaso. De momento, el juez se limitará a elaborar el censo pendiente del genocidio, desde el golpe de estado hasta la muerte del dictador. Sólo será la dolorosa lista de crímenes, no el castigo para los criminales. Tantos años después, y ni siquiera hemos limpiado esa mínima mugre. Tantos años después, y ni siquiera sabemos los nombres de las víctimas, de los desaparecidos.
Algunos dirán que para qué remover el pasado. Por qué no pasar página. El drama es que no hablamos de pasado, sino de presente. Los muertos aún están ahí, en las cunetas. Sus familias aún están ahí, en los juzgados. Tras treinta años de amnesia democrática, tras tres décadas de su sacrosanta transición (sin pecado concebida), la memoria se pudre. Como se pudre la sociedad que permite que una viuda no pueda enterrar a su marido.

2 comentarios:

JAVIER dijo...

Esperemos que cuando tú y yo seamos unos auténticos purelas podamos sentirnos igual de orgullosos que nuestros padres con su transición. Ellos se sienten orgullosos de haber cambiado con celeridad y de haber abrazado la democracia con pasión y sacrificio. Ojalá que nosotros podamos sentirnos orgullosos de ser la generación que devolvió la dignidad a aquellos que murieron sin más razón que la del resentimiento. ¿Por qué siempre piden que no se remueva el pasado los mismos?

Manué dijo...

Esperemos que así sea.
Esperemos que cuando tú y yo seamos puretas, o tampoco tanto, veamos realizada una labor crítica de nuestro pasado que hasta el momento, a diferencia de otros países que sí la han realizado, no hemos ni abordado.
Ya va siendo hora de restituir a las víctimas de la dictadura, a las víctimas de 40 años de represión, miedo y persecución de los desafectos al régimen del tirano. Si para eso es necesario cuestionar la ya casi sacrosanta transición, hagamoslo. La transición nos ahorró posiblemente una nueva confrontación, pero a cambio se tubo que aceptar no poder decidir qué era lo que queríamos, no se dejó decidir si queríamos una monarquía, se decidió por nosotros (vale uno un acuerdo tácito)y además decidieron parte de los integrantes del régimen anterior, cuyos herederos e incluso algunos de ellos aún perduran en puestos relevantes del país.